miércoles, 8 de febrero de 2012

Huérfana Fragilidad

Por Pamela Fadiga


Existen personas que no tratamos personalmente pero al percibir sus almas podemos llegar a quererlas, mucho. Una palabra, una nota y su voz bastan para desarmarnos por quizás, ocho minutos continuados.

Un trance sensorial, melancólico, bello… de ese que cala hondo.

¿Cómo harán las palabras para amarse como lo hacían cuando las acomodaba su mente? ¿Dónde irá la pasión que depositaba en los instrumentos? ¿Cuándo volveremos a hipnotizarnos con melodías de vida propia? de esas que mutaban en nuestros recuerdos sepia. La prosa quedó viuda y la composición busca un padre. Las notas musicales tienen frío y la soledad se sentirá vacía sin su presencia.

Demasiado cruel, innecesario… sanguinario. La realidad nos instaló una sonrisa triste.

Invasión de impotencia. Dolor con la profundidad de un acorde suyo, uno de los padres del rock. Quizás sus canciones no cambiaron a este mundo que no entiende de “flaquezas” pero ayudaron a decorar nuestros amores, a llorar y sentir la verdad del silencio, siempre implacable, pero más ameno junto a su canción.

El don estaba en él y era colectivo. Él nos hacía mágicos. El flaco une sin importar raza, número de pies o prótesis. Boceta nuestro ánimo, siempre va a pintar nuestros días. A veces de colores grises y otros de fluorecentes estridentes. “Cuanto mejor plantes, mejor será el retoño” y nos dejó huérfanos.

Desgarrados, enojados… perplejos.

El escritor redacta con el recuerdo de la pasión pero hoy no se puede. Porque el fuego de tu creación no se apaga y tu partida es ese alcohol que lo aviva y nos arde. Tu mito longevo crecerá y será Secuoya en las generaciones que vendrán, porque sos eterno.

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