miércoles, 22 de febrero de 2012

A mis congéneres:

La angustia que cargo es tal que si no la vomito en papel, voy a tener que encontrarme con el sanitario.

Siempre es motivante la lucha por un mundo mejor. Siempre. Al menos para los utopistas como quien escribe; pero ocurren excepciones en las que la negligencia humana lleva a un absoluto desencanto por la especie, y sobre todo –si no me hubiera ocurrido hace mucho tiempo ya- por las instituciones.

Lo ocurrido este 22 de febrero de 2012 en la estación de Once no puede catalogarse como un accidente. Fue una consecuencia lógica de lo poco que las entidades invierten a favor de la gente; quienes son ni más ni menos que los que mantienen todo el aparato en funcionamiento.

“No se puede dar el aumento docente”, dicen desde el gobierno de la ciudad, al mismo tiempo que evaden la construcción de veintipico escuelas, contempladas en el presupuesto. “La ciudad tiene gastos”.

De esa misma forma no puede invertirse en un sistema de transporte con buenos amortiguadores y frenos que no daten de la época en la que Buddy Holly sacaba su primer disco. Es así como se condena a diario a centenares de trabajadores y estudiantes que juegan una ruleta rusa involuntaria.

Podría haberle pasado a cualquier tren. Le tocó al Sarmiento; pero el Mitre podría ser una víctima en potencia, con sus puertas que “aplauden” durante todo el trayecto y luces interiores apagadas por default.

Mientras tanto, por todos lados se elevan banderitas: “¡Malvinas Argentinas!”. Invocan a dos trozos de tierra invadidos hace doscientos años atrás, olvidando por completo el hambre que se vive a diario en el continente. Algo que me recuerda (de una forma bastante mordaz, he de admitirlo) al manotazo de ahogado que dieron Galtieri y cia cuando su poder hegemónico se iba a los tachos.

La gente viva por el país. Incinera banderas del extranjero y olvida que primero somos Humanos, y luego Argentinos. Nuestras causas están masticadas, regurgitadas y servidas en bandeja. Es así como aceptamos la realidad sin quejas que van más allá del bufido resignado y el “qué tren de porquería”.

Me siento furioso. Impotente. Asustado. Lleno de angustia. ¿Quieren dar de vez en cuando una buena noticia? Anuncien la puesta en marcha de un plan de renovación del transporte. Inviertan en el pueblo. Ellos son los que devuelven al Estado la mayor parte de su dinero. Somos el sujeto para quien el Estado -supuestamente- fue concebido.

Invoco a quién me lea a que crezcamos desde adentro; para recién después ocuparnos de causas históricas…

Casi épicas…

El país se hizo para nosotros. No nosotros para el país.

Necesitamos reordenar nuestras prioridades.

Estoy del lado de la gente, y no siento temor a sonar exagerado.

Es sólo mi opinión y sentimientos en estado de emoción violenta...


Elías Alejandro Fernández

Estudiante

35.976.809

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que increible lucidez.

Con que claridad reordena las prioridades.

Cuantos jovenes como este necesita una region,que antepone el "pais" a los Humanos.

Con que crueldad retrata a una clase dirigente si no culpable,por lo menos responsable.


Gracias Elías.
Jorge luis Elias,Zarautz,Pais Vasco